Fumar o vapear NO es una enfermedad

🔁 Tabaquismo y alcoholismo no son enfermedades ni adicciones incurables, sino construcciones identitarias reversibles. 💭 No se curan, se transforman. 🚶‍♂️ No se necesita pastilla, sino una decisión profunda y sostenida de dejar de ser quien fuimos.

Fumar o vapear NO es una enfermedad

🔍 TABAQUISMO Y ALCOHOLISMO NO SON ENFERMEDADES, SINO PROBLEMAS DE IDENTIDAD

1. 💡 Introducción filosófica: El ser humano es narrativo, no mecánico

La enfermedad médica es una ruptura fisiológica; el tabaquismo o el alcoholismo, en cambio, son una forma de ser, de estar en el mundo. Cuando alguien dice "soy fumador" o "soy alcohólico", ha adoptado una narrativa identitaria que da coherencia a sus actos, incluso a sus contradicciones. Como señala Paul Ricoeur, el ser humano se construye a través de relatos. Por tanto, el fumador no tiene un problema: es un personaje dentro de una historia. Pero, como cualquier personaje, puede reescribirse.


2. 🧬 Crítica al modelo médico de la “adicción-enfermedad”

  • Reduccionismo biológico: El modelo médico tradicional reduce el tabaquismo o el alcoholismo a un fallo neuroquímico crónico. Sin embargo, múltiples estudios (Bruce Alexander, Carl Hart, Marc Lewis) han demostrado que el contexto social, la narrativa personal y el sentido vital tienen un peso mayor que la química cerebral en la aparición y resolución del uso problemático de sustancias.

  • La etiqueta de "enfermo crónico" incapacita: Según el principio de la profecía autocumplida (Robert Merton), cuando una persona acepta una identidad como "enfermo incurable", comienza a vivir según los patrones y expectativas de esa categoría. Esto genera indefensión aprendida (Seligman) y dependencia de tratamientos externos.

  • El DSM-5 ha medicalizado comportamientos: El manual diagnóstico ha sido criticado por expertos como Allen Frances (director del DSM-IV) por convertir en enfermedades muchos patrones de conducta. ¿Fumar es una enfermedad o una elección mantenida en el tiempo con razones y ganancias específicas?


3. 🧠 Alternativa científica: el enfoque del aprendizaje y la identidad

  • Marc Lewis, neurocientífico y exadicto: En su libro The Biology of Desire, defiende que lo que llamamos adicción no es una enfermedad sino un patrón de aprendizaje profundo. La repetición intensiva de una conducta que produce placer o alivio forma surcos neuronales profundos, pero es reversible a través de nuevas experiencias significativas. Él mismo dejó las drogas sin tratamiento médico, cambiando su identidad.

  • Bruce Alexander y el experimento de Rat Park: Las ratas solas y estresadas consumen más morfina. Las que viven en entornos ricos, sociales y estimulantes apenas la consumen. La conclusión es clara: el consumo no es químico, sino existencial.

  • Carl Hart, neuropsicólogo y profesor en Columbia: Afirma que incluso con acceso libre a drogas duras, la mayoría de las personas no se vuelven adictas. Quienes lo hacen suelen tener historias de trauma, exclusión, pobreza. Hart concluye que la "adicción" es una adaptación a un entorno y una narrativa identitaria, no una enfermedad universal.


4. 🧘‍♂️ El enfoque psicológico y existencial

  • Viktor Frankl (logoterapia): “Al ser humano se le puede arrebatar todo, salvo la libertad de elegir su actitud”. Frankl demuestra en los campos de concentración que incluso en condiciones extremas, uno puede mantenerse fiel a una identidad superior. Fumar o beber son actos cargados de sentido simbólico, social, emocional. Cambiar estos hábitos exige revisar el sentido de la vida, no solo quitar una sustancia.

  • Albert Bandura (autoeficacia): La percepción que uno tiene de su capacidad para cambiar es más importante que la dificultad real del cambio. El enfoque de "soy un enfermo" disminuye la autoeficacia. El de "puedo dejar de ser quien fui" la potencia.


5. 👁‍🗨 Replantear el lenguaje: por qué “adicción” y “enfermedad” son etiquetas que ciegan

  • El lenguaje que usamos moldea la realidad. Si decimos que alguien “tiene una enfermedad”, estamos diciendo que su voluntad no cuenta. Si decimos que “es adicto”, parece que es una esencia, inmutable.

  • Propuesta alternativa: usar expresiones como

    • "adopté la identidad de fumador"

    • "durante años creí que fumar era parte de mí"

    • "puedo ser otra versión de mí mismo, sin tabaco"

Esto devuelve el poder al sujeto, le permite actuar desde la libertad y la responsabilidad, no desde la culpa ni la sumisión médica.


6. 🌱 Epílogo esperanzador: el ser humano como proyecto en construcción

  • Heidegger decía que el ser humano es un proyecto lanzado hacia el futuro (Entwurf). No estamos condenados a repetir el pasado. Cada día podemos elegir, reinventar, reconstruirnos.

  • Cambiar una adicción es cambiar una narrativa. Y para cambiar la narrativa, hay que cambiar la mirada, el entorno, la identidad.


🛠️ Conclusión práctica

🔁 Tabaquismo y alcoholismo no son enfermedades ni adicciones incurables, sino construcciones identitarias reversibles.
💭 No se curan, se transforman.
🚶‍♂️ No se necesita pastilla, sino una decisión profunda y sostenida de dejar de ser quien fuimos.
🎭 No se trata de eliminar una sustancia, sino de soltar un personaje.
🌻 Y en su lugar, florece una nueva versión de ti mismo, más libre, más consciente, más viva.



No eres un enfermo: fumar o beber es una identidad que puedes soltar

Durante décadas, nos han hecho creer que fumar o beber compulsivamente es una enfermedad. Una dolencia crónica, incurable, que debe ser tratada de por vida. Y lo más peligroso de esa idea no es su inexactitud científica, sino lo que provoca en quien la acepta: la rendición.

Pero ¿y si no fuera una enfermedad?
¿Y si no estás enfermo, sino atrapado en una identidad que un día adoptaste —sin saberlo— y que hoy puedes dejar atrás?

Este no es un texto médico. Es un texto sobre libertad. Sobre la posibilidad de volver a ser tú, o incluso, de ser alguien nuevo.


El fumador no nace: se fabrica

Nadie nace fumador. Uno empieza porque imita. Porque quiere pertenecer. Porque le dijeron que ahí había placer, rebeldía, poder, calma. Porque un día, ver a los mayores fumar era como ver dioses respirando fuego.

Y aunque el primer cigarro suele ser repugnante, uno insiste. Porque no se fuma por placer, sino por identidad. Porque al fumar, nos acercamos al personaje que queremos ser: el interesante, el libre, el maduro, el valiente.

Así, el acto físico se vuelve simbólico. El cigarro es una insignia. Una armadura. Una muleta. Un uniforme. Es lo que me pongo para no ser yo.


El modelo médico: ¿una jaula con rejas doradas?

La medicina clasificó el tabaquismo como una adicción, y la adicción como una enfermedad. Desde entonces, el fumador se convirtió en “paciente”. Un paciente crónico, cuyo mal se aloja en el cerebro. Un desequilibrio químico, una disfunción neurobiológica. Algo que no se elige, que te ocurre, que se padece.

Y con esa etiqueta llegaron las pastillas, los parches, las terapias sustitutivas. Pero también llegaron las excusas:
"No puedo dejarlo, estoy enfermo."
"No soy yo, es la nicotina."
"Recaí porque mi enfermedad es así."
"Esto será para toda la vida."

¿Y si eso no fuera verdad?
¿Y si esa narrativa, con apariencia de compasión, estuviera robándole al ser humano lo más valioso que tiene: su poder?


La identidad como origen del hábito

Marc Lewis, neurocientífico y exadicto, lo dice con claridad en su libro The Biology of Desire: la adicción no es una enfermedad, sino un patrón de aprendizaje profundo. La repetición de una conducta que nos alivia, nos excita o nos calma acaba formando una ruta en el cerebro. Pero no es una trampa irreversible. Es un camino. Y todo camino, si se recorre, también puede desandarse.

Del mismo modo, fumar no es un fallo. Es una solución que un día nos dimos. Una solución imperfecta a un conflicto que no sabíamos nombrar. Y al repetirla, la hicimos nuestra.

Así se forma la identidad del fumador: no por genética, sino por insistencia.


Filosofía existencial: el hombre como proyecto, no como diagnóstico

Heidegger decía que el ser humano no es una cosa, sino un proyecto. Somos seres arrojados al mundo, y nuestra tarea no es quedarnos donde caímos, sino construirnos en libertad.

Viktor Frankl, desde el infierno de los campos de concentración, lo confirmó:

"Al ser humano se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias—."

Y esa actitud, cuando uno fuma, suele ser de sumisión. Pero no porque no pueda cambiarla, sino porque ha olvidado que puede elegir.


El experimento de Rat Park: ¿es la droga o es el entorno?

Bruce Alexander, psicólogo canadiense, realizó uno de los experimentos más reveladores de los últimos tiempos: el Rat Park. Descubrió que las ratas que vivían solas, estresadas y aisladas consumían morfina de forma compulsiva. Pero cuando se las colocaba en un entorno amplio, estimulante, con juego, comida y compañía, apenas la tocaban.

La conclusión es brutal:
No es la sustancia lo que atrapa. Es la vida que llevamos.

El cigarro, como la droga o el alcohol, se convierte en un refugio cuando la vida deja de tener sentido, conexión, pertenencia. No es química. Es vacío. Y el vacío no se cura con pastillas, sino con sentido.


El poder de las palabras: no digas "adicto", no digas "enfermo"

Las palabras no solo describen la realidad. La crean.
Cuando alguien se dice a sí mismo "soy adicto", está encapsulando toda su experiencia en una categoría estática, oscura, rígida.

"Adicto" suena a esencia. A algo que uno es, no a algo que uno hace.
"Enfermo" suena a alguien que necesita tratamiento, cuidados, lástima.
Pero lo que uno necesita es otra cosa: verdad, responsabilidad, decisión.

Quizás no eres adicto.
Quizás simplemente fuiste alguien que, durante un tiempo, no supo vivir sin fumar.
Y ahora estás aprendiendo a ser otra cosa.


¿Qué propone mi enfoque?

Propongo una mirada diferente. Una mirada que respeta el dolor, pero no lo convierte en diagnóstico. Que comprende la historia, pero no la toma como destino.

Dejar de fumar no es "curarse". Es dejar de interpretar un personaje que ya no te representa.

Es quitarse un disfraz. Romper una máscara. Salir de una secta.

Es mirar de frente y decir: “eso fui yo, pero ya no quiero serlo”.


Epílogo: El derecho a transformarse

La buena noticia es que no necesitas sanar.
No estás roto.
No eres un enfermo.

Eres alguien que puede cambiar.

Tu historia no acaba con un diagnóstico. Comienza cuando decides reescribirte.


¿Y ahora qué?

Ahora toca hacerse una pregunta seria, profunda, íntima:
¿Quién quiero ser?

No quién eras. No quién esperaban que fueras.
Sino quién puedes llegar a ser…
Sin humo, sin alcohol, sin excusas.
Solo tú, al desnudo, con tu verdad en la mano y el futuro en los ojos.




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